El acoso escolar está en manos de los espectadores
Desde años atrás, Finlandia ha destacado por su educación escolar sobresaliente. Este país parece haber disminuido y cubierto los aspectos negativos, que dificulten el aprendizaje de los alumnos en la escuela de una manera estratégica, dentro de estas problemáticas destacaba el acoso escolar el cual se ha visto combatido a través de la introducción del método anti-bullyng, este método asegura que se debe intervenir al agresor, el acosado y de manera fundamental a los espectadores para que su solución sea eficaz. En la actualidad el acoso escolar, deja de ser un tema que solo compete a quienes actúan directamente en esta violencia, sino que también abarca a la sociedad en su conjunto. La verticalidad que exigen los adultos sobre los menores y la ineptitud para cumplir una función educadora con los hijos están matizadas por la violencia. Asimismo, en la escuela y en la familia, los menores han aprendido a apoyarse de quien ostenta mayor poder sino desean ser agredidos o amenazados a no intervenir cuando se presenta una injusticia; es así que imitan esa actitud de espectador en acoso escolar. Por lo tanto ¿cómo es que el rol del espectador logra influir en la perpetuación de acoso escolar? La actitud de complicidad, silencio e ignorancia que sostienen los espectadores frente al acoso escolar permite que este tipo de violencia perpetúe, es por esto que deben de ser incluidos en la intervención que se implemente para una solución de esta problemática
En primer lugar, el dominio que los agresores ejercen sobre los espectadores permite la colaboración de estos en el acoso escolar. Esta complicidad, asegura que para lograr tener poder sobre otro debe ser ejercerlo mediante la violencia para conseguir sus objetivos, este aprendizaje erróneo que han asimilado en su entorno los niños y jóvenes, es resultado de “una suerte de conquista sobre el autoritarismo que provocativamente espetan casi siempre los adultos” (Carrozo, 2015, p.2). El acosador en el proceso de victimización logra confundir a la víctima y crea un grupo de influencia en donde exista la presencia de los espectadores que animen al acosador a continuar con sus fechorías, para que después en la siguiente fase sea más explícito el maltrato a la víctima, permitiendo que los espectadores se unan a la actuación de humillación y crítica. En estas circunstancias este grupo se califican como activos, aunque no participen directamente en el acoso, logran que el acosador pueda exhibir su poder, sentirse fuerte, dominante y aprueben su liderazgo. Según Pepler y Craig (1995) “85% de los episodios de violencia o maltrato son vistos por otros compañeros que, en su mayoría de casos, refuerzan al agresor y se muestran más amistosos y respetuosos hacia este que hacia el agredido” (p.1), de esta manera se evidencia que este tipo de espectadores a través de sus acciones buscan ser aceptados por el grupo en el que lidera el agresor y este en consecuencia acabe reproduciendo los comportamientos de su líder a cambio de su inclusión.
En segundo lugar, la presencia de un grupo alumnos que sienta una mínima conexión solidaria con la víctima y que intervenga en el acoso escolar es escaza. No todos los espectadores son ignorantes y no tienen empatía; existen quienes desaprueban rotundamente el accionar del acosador a causa de que tiene la noción del daño verbal, físico y psicológico que este agente está provocando al acosado, y reconocen que va en contra de los propios principios y valores que han ejercitado en la escuela y en la casa. Sin embargo, no manifiestan sus opiniones ni pensamientos por la falta de capacidad para intervenir en esta libremente y permiten que perpetúe la situación debido a que “temen ser elegidos como las próximas víctimas del matón por el hecho de oponerse a él” (Avilés, 2012, p.4). Por la incapacidad de denunciar, la actitud de cambio del espectador se ve frenada; este inconveniente se observa a diario en la sociedad en diferentes aspectos de la vida diaria, por tanto esta conducta se empieza a mimetizar con el tiempo en nuestra manera de responder ante situaciones de modo que todo está impotencia sea a causa del temor. Si el temor no es vencido y este impide que el espectador tenga coraje y lo enfrente la situación provocará que “el espectador experimente una disonancia moral de culpabilidad porque no será responsable como agente, pero si como consentidor, debido a que participa de convenciones y falsas normas referidas a callar” (Ortega, 1998, p.4).
Por último, la indiferencia de los espectadores ante el acoso escolar demuestra como aquel grupo de observadores no interviene ante este tipo de situación ya que no es de valor inmiscuirse en asuntos que no los perjudican. Esta decisión produce insensibilidad, inmoviliza, desequilibra y deshumaniza al menor, específicamente en la etapa de desarrollo donde recién está formando su propio estilo de vida y manera de pensar. Hay que destacar esta actitud es adoptada producto una actitud pasiva, favorecedora ante la injusticia y un equivocado mérito personal al no ser solidario con los demás. Por supuesto esta mentalidad fue transmitida por la sociedad dado a que “el propio sistema social y su cultura se encargan de enseñar a los niños, niñas y jóvenes la importancia de no reaccionar ante lo que pasa en nuestro entorno, por repulsivo que ello sea” (Alfonso, 2010, p.4). La indolencia hacia el acoso escolar provoca que este no sea denunciado y se normalice por la víctima y por el agresor. Es así que “estas repetidas experiencias por las que atraviesa el espectador, se desarrollarán en la cruda desensibilización que lo distancia cada vez más de la opción de intervenir en apoyo a su compañero agredido, acrecienta su insolidaridad refuerza su posición egoísta” (carrozo, 2014, p.4)
En conclusión, el temor ante lo que pueda hacer el agresor, la falta de habilidades para lograr intervenir eficazmente y frenar la violencia, la antipatía de quienes no les incumbe lo que está pasando a su alrededor permiten demostrar los resultados de una educación errónea a través de la familia y escuela, que permite la perpetuación del acoso escolar; el comportamiento del espectador es un factor importante para el cambio de mentalidad del agresor y de la víctima. Asimismo, cabe resaltar que es mejor educar adecuadamente a los niños a una temprana edad para prevenir que los errores de la sociedad actual con respecto al acoso escolar se repitan. La educación que debe transmitir la sociedad tiene que enseñar una adecuada gestión y resolución de conflictos esto provocará que los espectadores no ignoren el problema y lo enfrenten, también logrará que el espectador exprese su opinión y denuncie la violencia sin temor ,a través de distintas actividades que demuestren el valor de cada integrante de nuestra sociedad se debe forjar los derechos y su respeto hacia estos con tolerancia, empatía y que se eviten cualquier signo que indique al apoyo de la injusticia y la complicidad de la violencia ; es así que se logrará crear un ambiente de seguridad y confianza en la escuela por lo tanto cualquier acto que demuestre indicio a la violencia de este tipo será erradicado por los propios estudiantes antes que este crezca de una manera influyente y esta triada del acoso escolar permanezca en las escuelas y se paralice ante un cambio.
REFERENCIAS:
- Carrozo. (2014). Los espectadores y el código del silencio. Recuperado el 19 de marzo del 2019 de https://www.redalyc.org/html/4678/467846262001/
- Alfonso (2010). Actuación de los espectadores en los casos de bullyng. Temas para la educación, 7, pp.1-19. Recuperado el 19 de marzo del 2019 de https://www.feandalucia.ccoo.es/docu/p5sd7041.pdf
- Díaz (2005). Violencia escolar. Revista Ibero americana.37. Recuperado el 19 de marzo del 2019 de https://www.redalyc.org/html/1339/133920896007/